El día D, la hora H y la P de Poulard
Desde bien curada la adolescencia siempre creí que ser francés era como ser el perdedor en un chiste malo. Tal vez no profundicé debidamente y como solía ser habitual, entre nosotros los ignorantes (con carné de baby boom) en baja guardia, nos dejábamos arrastrar por la historia más reciente e incluso por el que daba clases gratuitas en cualquier bar de reglamento. Hablo de ignorancia como una característica inherente al ser humano, legada desde el nacimiento y escuetamente resuelta al fenecer. Hablo de un porcentaje muy elevado…
Ser francés solo implica estar al norte de España y ligeramente al sur de Gran Bretaña, eso sí, separados por los Pirineos y el canal de La Mancha, aunque más preciso sería decir Canal de La Manga. Hoy son unos cuantos republicanos en fila, los que quedan después de haber soportado a los Merovingios, Richelieu, Luises y Napoleones y aguantado a los Boches durante la reciente 2WW, No sé qué hubiera sido de ellos sin la “desinteresada” reconquista de los aliados de medio mundo, no sé si ahora dirían “Freiheit, gleichheit, brüderlichkeit” en vez de “Liberté, égalité, fraternité” dando al traste con la frase de moda durante la revolución de 1830. Hasta los tanques rusos eran americanos, la gran mayoría. Pero bueno, al loco ario le dieron estopa de la buena y se tuvo que ir a freír frankfurts a Berlín y de ahí a tomar por deutschland. Pero como no hay mal que por bien no venga, los normandos aprendieron a ir con la cabeza entre los hombros como el resto de los mortales y lanzaron desde lo más alto de la Abadía de San Miguel una buena dosis de soberbia y prepotencia que les ha mantenido cometidos hasta la fecha.
Y vosotros os preguntaréis: ¿qué hace un español medio pobre, medio viejo y medio fotógrafo en casa de Emmanuel Macron? Pues os diré que cualquiera puede ir, no obstante no os confiéis demasiado a no ser que dispongáis de un buen repositorio bancario o una tía vieja y rica a punto de expirar. Claro, siempre ha habido niveles, clases, sinvergüenzas, funcionarios y entre ellos, perfectamente camuflados, hay sobre todo políticos (no tantos como aquí, pero hay) y algún ricachón . Y te das cuenta que el valor relativo de las cosas es según su denominación de origen, así que no vale lo mismo una tortilla de un huevo (a la francesa) en España que una omelette de poulard (a la francesa) en Francia. El valor puede diez duplicarse y ! ladys & gentlemen; son la misma cosa !
Cada vez comprendo mejor aquello de la ensaladilla rusa en San Petersburgo. La denominan ensaladilla de París, debe ser otra vez por la denominación ya no sé si de origen o en origen o de qué, pero me queda claro que Francia está llena de franceses, con sus manías, sus museos, sus cruces, sus casamatas alemanas, su historia y sus carreteras permanentemente en obras…y tampoco se les ve cantar tan alegres como yo creía. Eso, sí, no quitan ni rompen nada como aquí, no borran las partes negras de la historia, las dejan para recordar que nunca más debe suceder. A cambio de cash, claro..!
Normandía es una zona de las menos agraciadas económicamente del país, sus ingresos principales son debidos a la rica campiña dónde quesos y manzanas entran en continua pugna por deleitar a los turistas que bañan en euros la costa noroeste de La Galia. La pesca y los museos de la segunda guerra mundial son la petite fleur que adorna esta bella tierra y que dignifica a los lugareños que aún deben tener el susto en el cuerpo.
Normandía podría ser el emblema de la libertad europea, una Europa que inició sus primeros pasos en Grecia, que obtuvo la escritura de la mano de los sirios y que idiomáticamente no ha habido gran consenso. Al final unos celtas medio idos nos intentaron colocar un idioma isleño y así se acabó el cuento.
No os aburro más, desde Caen con amor…